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De Venezuela a Cartagena: El Desafío de Andrea Navarrete en la danza

Créditos
Andrea Navarrete, Sara Medina e Isabella Díaz.
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Andrea Navarrete, una joven de 21 años nacida y criada en Cabudare, estado Lara, Venezuela, tuvo su primer encuentro con el ballet cuando su madre la inscribió en clases en “La Casa de la Cultura”. Sin embargo, en ese primer período, solo duró dos años y a los 5 años abandonó este arte para explorar otras actividades. No fue hasta los 9 años que finalmente se dio cuenta de que la danza clásica era lo que verdaderamente le apasionaba.

Última presentación en Venezuela, año 2017. Cortesía: Andrea Navarrete

En 2010, Andrea volvió a sus clases de ballet, esta vez en la Academia de María Teresa Alford. La perseverancia de practicar seis días a la semana la llevó a progresar con los años, participando con papeles principales en obras como El Cascanueces, La Bella Durmiente, etc., y en competencias internacionales donde se destacó por ganar medallas de plata y bronce. En 2017, culminó su formación artística y se graduó como bailarina profesional. Dentro de sus planes estaba seguir ejerciendo su pasión, la danza clásica.

Ese mismo año en que se graduó de bailarina, Venezuela iniciaba una nueva época de crisis, la educación desmejoró, la escasez aumentó y la inseguridad se disparó, cada vez era más crítica la calidad de vida para los residentes. Por ello, su madre tomó la decisión de velar por el bienestar de su familia y emigrar hacia Cartagena de Indias, una posibilidad que ya se había contemplado, ya que allí residía su hermana mayor desde hace años.

“Me opuse a esa decisión con todas mis fuerzas, pero nadie toma en cuenta la opinión de una niña de 16 años, así que lo único que me quedó fue empacar mis zapatillas y mis sueños en una maleta, y rezar porque en Cartagena hubiera buenas academias de ballet”, contó Andrea.

Al llegar a Cartagena de Indias, lo primero que le dijeron a Andrea es que era una ciudad muy cultural, por lo que seguro encontraría un lugar donde podría continuar su formación como bailarina. Sin embargo, al empezar a buscar y a tomar clases de cortesía, los resultados no fueron gratificantes para ella. Cada vez se daba cuenta de que el ballet no era un arte muy desarrollado en la ciudad, lo que hacía que su esperanza por encontrar una buena academia disminuyera cada vez más.

 

Retos en tierras nuevas

 

Interpretación en la Bayadera, año 2011. Cortesía: Andrea Navarrete.

El proceso de adaptación al emigrar no ha sido fácil: empezar desde cero en otro país, interactuar con nuevas personas, establecer relaciones, acostumbrarse a otra cultura y costumbres, tener a tus seres queridos lejos, dejar tu pasión en otro lugar y la constante lucha entre los sentimientos de nostalgia, frustración e incertidumbre desencadenaron una desesperanza y tristeza durante meses en Andrea.

Fue a las únicas tres “buenas” academias de ballet de la ciudad, las cuales ofrecían una clase de prueba a la bailarina antes de iniciar el proceso. Pero al final, siempre llegaba a la misma conclusión: no tenían el nivel ni la exigencia que ella necesitaba para avanzar profesionalmente.

“En una de esas clases de cortesía, corregí uno de los pasos que estaba explicando la maestra, ya que parecía haberse equivocado. Pensé que le iba a parecer una falta de respeto, pero a los días la academia me llamó para hacerme una oferta laboral, que no acepté”, contó Andrea a Voces Locales. En sus planes, enseñar no era una opción para ella. Sin embargo, después de semanas de reflexionar, la bailarina se dio cuenta de que era la única forma de seguir conectada con el ballet, ahora desde un nuevo enfoque y objetivo: aportar una técnica y pedagogía de calidad a la ciudad.

 

Un nuevo capítulo: de bailarina a maestra

 

Grado de bailarina profesional, año 2017. Cortesía: Andrea Navarrete.

A principios de 2018, a sus 16 años, la joven comenzó a ejercer como profesora de ballet en la Academia “Artes Estudio”, ubicada en el barrio Santa Mónica, dirigiendo los grupos de niñas de nivel principiante e intermedio; donde la experiencia y el amor por enseñar llegaron con el tiempo. Tuvo la oportunidad de trabajar en ocasiones con maestros de Cali y también de Cuba, lo que le permitió enriquecer su metodología y técnica de enseñanza.

Formó pequeñas bailarinas hasta 2023, poniendo en pausa permanente esta labor debido a sus compromisos universitarios. Pero el sueño de Andrea fue transmitido a cada una de las jóvenes que llegaban a sus clases con la esperanza de aprender y bailar algún día en los grandes teatros. A pesar de que su rumbo dio un giro intempestivo, logró enderezarse y encontrar un nuevo camino.

“Este año tuve que cerrar esa etapa de mi vida que me hizo feliz durante años, y a pesar de que no pude seguir bailando como lo había planeado, me llena saber que pude aportar de otra forma a la cultura del ballet en Cartagena y dejar una pequeña parte de mi sueño en cada una de las niñas que aprendieron de mí”, dijo Andrea Navarrete.

 

*Este artículo hace parte del proyecto “Voces Locales” de la asignatura de Gestión de Contenidos Digitales del programa de Comunicación Social de la Universidad Tecnológica de Bolívar, escrita por Andrea Navarrete en compañía de Sara Medina e Isabella Díaz.

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