Especial para El Universal
Una profesora venezolana llegó a Cartagena, y después de vender café y jugo en las calles con su esposo, hoy es reconocida por ser enseñar a decenas de niños en El Pozón.
“Caminaba tres horas para ir al colegio, sin importar si llovía o hacía mucho sol. Todo lo hacía porque me encantaba aprender y deseaba salir adelante, me veía en una casa nueva, en un barrio diferente, anhelaba una mejor vida para mí y para mis hermanas. Mi madre era analfabeta y le daba pavor que sufriéramos de Bullying o que nos enfermáramos por ir al colegio, pues era necesario realizar largas caminatas bajo el sol o el aguacero; vivíamos en una colina y sobre todo bajo la constante amenaza por parte de mi madre de ser retirada de la institución educativa a causa de sus temores. Por tal motivo la advertencia de ella era: “Si sufren de bullying, si se enferman o si alguna de ustedes no quiere ir al colegio, las retiro definitivamente”. Soy la mayor de mis hermanas y como la mayor, me tocó animarlas aun cuando yo misma me despertaba cansada, con las piernas adoloridas de las caminatas de lunes a viernes, y sin ganas de ir. – Niosca.
En Coro, estado Falcón (Venezuela), nació Niosca Colina Lugo, una niña con grandes sueños de ser un ejemplo y de ayudar a quienes lo necesiten. Aspiraba a convertirse en una maestra ejemplar. Con ese cuerpo pequeño, pero con enormes sueños, comenzó la vida de quien ahora es conocida en el barrio El Pozón como “la maestra que da amor”.
“Si las más pequeñas no pueden ir, tú tampoco puedes ir”, eran las palabras de la madre de Niosca. A ella le tocaba motivar a sus hermanas para continuar con sus estudios, aun cuando ella misma algunas veces no tenía ganas, pero su visión y deseo primaba por encima del cansancio y el desánimo. Hubo momentos en que pasaron por bullying; la gente les decía: “Ellas están locas” y “se les va a quemar el cerebro”, porque estudiaban mientras caminaban de regreso a casa bajo el sol ardiente. A pesar del clima, nunca dejaban de asistir a clases. Llegaban mojadas al colegio muchas veces, pero eso no era un impedimento. Cuando llegaba a casa, no solo debían estudiar, sino que a Niosca le tocaba hacer los quehaceres del hogar.
Ir al colegio se convirtió en una travesía diaria, pero con ganas y dedicación, Niosca pudo culminar sus estudios de bachillerato. Una profesora le dijo: “Yo te veo en las grandes”, por la manera en que Niosca exponía, hablando con fluidez y autoridad. Era una joven muy dedicada y estudiosa, siempre sacaba buenas notas y sus profesores la apreciaban mucho. Fue ahí donde empezó a reconocer su don de mujer empoderada y esas palabras le ayudaron a creer en sí misma.
Niosca anhelaba ir a la universidad, e inclusive le compartió a su madre el anhelo de ser docente con el ánimo de recibir apoyo o una voz de aliento, pero la realidad que vivía su madre en cuanto a falta de recursos, le impedían ver más allá de su situación actual, siempre le dijo que eso era imposible porque “no tenía la forma”. Pero con el paso del tiempo gracias a su dedicación y a su fe, llegó su oportunidad…
En décimo grado hizo un proyecto al que le dedicó todo su tiempo y empeño, tanto que cuando lo revisaron, no tenía errores. Los profesores hicieron que expusiera su proyecto, y por ser tan bueno, le otorgaron una beca para terminar sus estudios y también para sus estudios profesionales. Niosca obtuvo una beca que cubría todos sus estudios, alojamiento y comida. Comenzó a estudiar administración de empresas y docencia. Su paso por la universidad fue muy positivo. Era una excelente estudiante, ayudaba a sus compañeros y los profesores la querían mucho. Se convirtió en líder en la universidad, ayudando a sus compañeros que lo necesitaban o interviniendo con los profesores para que ayudaran a alguno de ellos.
Con el paso de los años, Niosca alcanzó sus metas propuestas a pesar de la adversidad, se graduó con honores como docente, se fue a vivir con su novio y su actual esposo quien también es docente, ambos trabajaron en instituciones educativas en Venezuela, adquiriendo propiedades y todas las cosas que anhela una pareja e inclusive despilfarraron dinero y reconocieron que eran orgullosos, con el tiempo tuvieron dos hermosos hijos. Pero en un abrir y cerrar de ojos, la vida les cambió totalmente.
En 2019, la crisis económica y social de Venezuela era insostenible y sobre todo para el gremio docente que sufrió persecución, por tal motivo su esposo fue el primero en emigrar ocho meses antes hacia Cartagena, Colombia, alojándose en casa de su hermano que vivía en el barrio El Pozón, su misión era abrir el camino para Niosca y sus hijos de 2 y 8 años en esa época. Con lágrimas en sus ojos y con un corazón roto, sin saber hasta cuándo volvería a su país natal, donde creció, luchó y alcanzó sus metas como mujer y profesional, Niosca abandonó Venezuela dejando a su madre, sus hermanas, sus amigos y absolutamente todas sus posesiones, en busca de mejores y nuevas oportunidades para ella, su esposo y sus dos hijos. El viaje no fue fácil, pues durante el camino su hijo menor enfermó.
“Estaba desesperada porque no sabía qué hacer con el niño, tenía diarrea. Ya lo había cambiado y no me quedaban muchos pañales. Me tocó llevar trapos, pero se me estaban agotando. Llamé a mi esposo y le conté. Él me dijo que no me preocupara, ya que donde nos íbamos a encontrar, había comprado pañales y unas manzanas”, recordó Niosca.
Cuando llegaron a Cartagena, se quedaron en la casa de su hermano, solo un día porque no podía albergarlos a todos, pues para él la situación también era difícil. Además de la estadía, les regaló 50 mil pesos. “No me detuve y con los 50 mil que me había dado mi hermano, los invertimos. Ese día, mi esposo y yo empezamos a vender jugo y café. Me propuse conocer el manejo de esta ciudad en solo un mes, ya que no quería vender café para toda la vida”, dijo Niosca.
Después de pasar ese día con su hermano, encontraron un pequeño apartamento donde pagaban 10 mil pesos diarios. No tenían nada y solo disponían de un colchón inflable que se desinflaba en las madrugadas, y les tocaba levantarse para inflarlo de nuevo. Afuera de ese apartamento, ella puso un letrero que decía: “Refuerzo de tareas dirigidas”. Así comenzó una nueva travesía en su vida, además de vender café. Teniendo el letrero en la puerta de su casa, una vecina se le acercó y le preguntó cómo iba a dar esas tareas dirigidas si no contaba con lo necesario para dar las clases, a lo que ella respondió: “No te preocupes, que cuando hay ganas y amor, todo se puede. Limpio mi terraza y así, aunque sea en el piso, doy las tareas dirigidas”.
Niosca comenzó a dar tareas dirigidas a la hija de una vecina, quien quería que a su pequeña le fuera bien en un examen. Empezó a investigar sobre cómo se manejaba la educación en Colombia, ya que en Venezuela se calificaba de manera diferente. Cuando comenzó a darle clases a la niña, esta empezó a mejorar en el colegio, obteniendo todas sus calificaciones con notas de 5. La madre de la niña estaba feliz por el cambio en su hija y le preguntó a Niosca cómo podía pagarle, ya que lo que le daba no era mucho. Niosca le dijo que no se preocupara por eso, que con los mil pesos por hora era más que suficiente, aun así, la señora le regalaba en algunas ocasiones un pequeño mercado.
“Me arrodillé con lágrimas y con un corazón triste, oré a Dios para que me ayudara. Le prometí que en cada bendición compartiría mi historia y hablaría de cómo Él me ayudó a pasar por el desierto. Me levanté cansada, porque prácticamente no dormía, e hice mi café de costumbre. Y entonces, me sucedieron dos milagros. El primero fue cuando salí y una vecina me llamó diciéndome: ‘Dios me habló y me dijo que tú necesitas algo que te voy a dar’. Fui a su cuarto y me regaló una cama, colchón, sábanas, un armario y una almohada”, contó Niosca con voz entrecortada.
El segundo milagro ocurrió cuando regresó a casa. Estaba cocinando pasta en la única olla que tenía. No tenía cómo revolverla, así que mi esposo limpió un palo y lo utilizó. En ese momento, otra vecina llegó, vio lo que estaba haciendo y se echó a llorar. “No te preocupes, esto lo tengo que vivir”, le dijo Niosca. La vecina se fue, pero volvió al rato y le dio ollas y platos. “Me quedé impactada y supe que Dios respondió a mis oraciones”.
Siguió adelante y volvió a orar para que Dios la ayudara a salir de donde estaba, ya que sentía que estaba pagando demasiado para lo que ganaba en el día. Un día, mientras vendía café, un señor se le acercó y le pidió uno. A pesar de su desconfianza por el aspecto del hombre, se acercó y le dio el café. El hombre le dijo que la veía triste y, tras contarle su situación, él le recomendó un lugar donde podría vivir a un costo más bajo. “Con mucha alegría fui al lugar recomendado y hablé con la señora. Le dije que necesitaba un arriendo económico, y ella me dijo que viniera en la noche porque había una chica venezolana con su hijo que quizás podría ayudarme. Acepté y, cuando llegué en la noche, sentí una fuerte conexión con mi compañera. Hablamos sobre tener un colegio para enseñar a los niños. Esa misma noche me mudé”.
Al compartir apartamento con su nueva compañera, los gastos se redujeron. En vez de pagar 10 mil pesos diarios, ahora solo pagaba 5 mil. Gracias a recomendaciones, Niosca consiguió trabajo como camarera en un hotel en Bocagrande. Sin experiencia, aprendió a arreglar una cama en 5 minutos viendo videos en YouTube y se quedó trabajando. Su dedicación la llevó a ser ascendida a recepcionista. Su esposo también consiguió trabajo como empleado de mantenimiento en un hotel en Bocagrande. Pero llegó un segundo golpe que los llevó a enfocarse en su verdadera visión y vocación.
El hotel cambió de dueños, y solo la dejaron trabajando un mes, aunque su esposo continuó laborando, pero ella no se desanimó. Comenzó a imaginarse un tablero y dando clases a niños. Ese mismo día, un amigo maestro la llamó y le dijo que tenía un tablero para ella. Lo buscó con su esposo y se animó a dar clases personalizadas desde su casa.
Ya sin empleo y antes de pandemia, una vecina le pidió que les diera clases a sus hijos, pero no tenía dinero para pagarle y tampoco los tenía matriculados en un colegio. Niosca llevó a los hijos de la vecina y los suyos al colegio Caribe, donde habló con el rector. Le aseguró que tanto sus hijos como los de su vecina le pagarían. El rector, impresionado por su actitud, le preguntó si era profesora. Tras responder afirmativamente, le ofreció una entrevista. Ella emocionada, corrió a su casa a buscar su hoja de vida y se la entregó.
El rector, quien había estado en Venezuela y le gustó la metodología de educación allí, le dijo que la entrevista sería sobre cómo implementaría esa metodología en Colombia. La contrató como asistente y el primer día la ubicó en un salón donde los niños necesitaban más ayuda. Al ver cómo daba sus clases, en poco tiempo el rector la ascendió para que educara a los alumnos de grado quinto.
Llegó la pandemia del covid-19 en marzo de 2020 y se redujeron los campos de trabajo, su esposo quedó sin empleo y ella continuó en el colegio dando clases de manera virtual. Después de pandemia, el rector le dijo que no seguiría trabajando en el colegio, pero le ofreció la oportunidad de ser maestra de tiempo completo antes de irse. Niosca no aceptó, ya que, según ella, algunos compañeros de trabajo no la querían y había un mal ambiente laboral. Renunció para dedicarse a tener su propia institución educativa junto con su esposo y su amiga venezolana que había conocido un año atrás.
Con conocimiento de la educación en Colombia y dando clases en su casa, Niosca se convirtió en una líder en su barrio. Hizo una capacitación en AeioTu (innovación educativa con tecnología para la primera infancia) a finales de 2021 y la terminó en 2024. También se unió al proyecto “Más allá de las banderas somos mujeres”, de ONU Mujeres, lo que la acercó a su sueño de tener un colegio.
Niosca se mudó a un lugar mejor, con el fin de seguir dando clases y en ese lugar tuvo la oportunidad de iniciar su propio proyecto educativo, pues enfrente de su casa desocuparon una vivienda, y junto con su esposo y su amiga fundaron el colegio “Juega y explora con los protagonistas”. Hoy, están en el proceso de legalizar su institución educativa, cuyo objeto es enseñar a los niños de manera didáctica a través del juego, el canto, la música, obras de teatro y títeres. También usan material reciclable donde reproducen utensilios de cocina entre otros.
“Es necesario vivir no solo los buenos momentos sino también los momentos malos y difíciles, porque a través de ellos nos acercamos a Dios y crecemos como mejores personas, porque cuando lo vives, lo valoras. Cuando las cosas no te cuestan, no se valoran. Soy una persona comprometida con mi familia y con todos aquellos a quienes les dedico mi tiempo y mi conocimiento; soy la que dejaba a sus hijos con una vecina para poder estudiar, y lloraba cada vez que iba en la moto pensando en ellos, pero sabía que era un pequeño esfuerzo necesario para sacar adelante el proyecto educativo, concluyó Niosca.
La visión de futuro de Niosca es tener otras sedes de su colegio que se distinga por su metodología de enseñanza y seguir enseñando a los niños de una manera diferente, con amor, e integrando también a los padres. Niosca es reconocida en el barrio El Pozón por su manera de enseñar y el amor que le profesan sus alumnos.